Ésta es una reflexión que me surge tras haber dirigido tres partidas en el centro escolar en el que trabajo, lo que supone haber tratado con, aproximadamente, unos 15 alumnos y haber estado jugando unas 20 horas con ellos (tal y como he comentado en entradas anteriores). Quizá la muestra siga siendo un poco exigua, pero estas horas de convivencia no académica permiten detectar muchas cosas que quizá dentro de clase se escapan.
Una de ellas, y por eso escribo esta entrada para la reflexión, es que he detectado en algunos jugadores una propensión a resolver los conflictos que se plantean en la partida con la violencia. Qué novedad, me diréis, casi todos mis jugadores hacen lo mismo. Pero no me refiero a eso. Es cierto que siempre nos encontramos con este tipo de jugadores que buscan la acción. Pero me refiero a usar una violencia muy gratuita en situaciones en las que es absolutamente innecesario usarla, y con eso quiero decir en prácticamente cada interacción con PNJs. Recuerdo especialmente una ocasión en la que los PJs estaban investigando en un cementerio, y cuando fueron a hablar con el guardés, lo primero que hicieron fue someterlo con violencia e interrogarlo por la fuerza. Ídem para el párroco de una iglesia cuyo camposanto también visitaron.
Se da la casualidad (bueno, no) de que dos de los jugadores que más recurrieron a este comportamiento en la partida han salido frecuentemente señalados en los tests colectivos que se pasan cada año para detectar posibles agresores y víctimas de acoso escolar como lo primero. Es decir, sus compañeros tienen conciencia de que la forma que tienen de relacionarse estas personas con los demás no es precisamente la mejor. Y aquí es donde quiero llegar: esas actitudes de la vida real, que son sin duda más leves, se ven reflejadas y aumentadas en el juego de rol. Por tanto, bajo mi experiencia, que como he dicho es limitada, podríamos decir que el juego de rol podría ayudar a confirmar las sospechas que levantan los tests sociométricos. ¿Sólo a eso?
Veamos. La siguiente pregunta sería ¿puede el juego de rol ayudar a cambiar este tipo de actitudes negativas a través del juego? Pues francamente, soy un poco escéptico, pero seguramente sí podría contribuir en mayor o menor medida. ¿Cómo? Para empezar, el DJ puede ayudar a que sea el propio grupo el que regule el comportamiento del jugador conflictivo, anulándolo (por decirlo de alguna forma) o haciéndole ver que su actitud va a perjudicar al grupo. Esta medida sin duda es la mejor, porque el resto de jugadores se da cuenta de que hay un problema e intenta que prevalezca el sentido común, porque recordemos que estamos ante un juego cooperativo y la derrota o la victoria será para todos. La otra, como el DJ habrá adivinado, es dejar que el personaje actúe libremente realizando las barbaridades o abusos que quiera, y luego aplicar toda la lógica de las consecuencias que permitan las reglas. Si intimida y apaliza a un PNJ, quizá éste pueda volver a por él con alguien que le ponga las pilas. Si se dedica a saltarse la ley, los agentes pueden ir a por él y arrestarlo, con lo cual podríamos paralizar a su personaje. Y así.
Toda esta reflexión viene al hilo de que actualmente, en esta época en la que en los centros se es especialmente sensible al tema del acoso escolar y se implementan programas de mediación para la resolución de conflictos entre iguales, no está de más pensar si nosotros, con nuestros juegos, podemos contribuir a tener un centro con una buena convivencia. Los juegos de mesa y de rol siempre han de ser, sobre todo, un punto de encuentro entre personas de todo tipo: en la mesa se borran las fronteras de edad, sexo, religión o procedencia. Todos somos iguales jugando. Aprovechemos todo lo bueno que nos dan los juegos para contribuir a la buena salud del centro escolar.
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