Durante aproximadamente dos semanas, en fragmentos de media hora correspondientes a los patios, jugamos el módulo La hoz del diablo de Aquelarre. En ella, los personajes deben ayudar, en una misión confidencial, a llevar a un sitio seguro a doña Blanca, la hermana del rey, amenazada por el creciente poder de su prometida, que resulta ser una bruja que lo tiene controlado. El grupo, formado por alumnos de 3º de ESO, era como suele pasar diverso: un noble, un soldado y un bandido. Era la primera vez que jugaban a un juego de rol reglado y entienderon la mecánica enseguida. Lo primero era cuadrar por qué tres personajes tan diversos iban juntos. Acordamos que el noble había contratado al soldado a su servicio y que, durante un viaje, fueron asaltados por el bandido, pero viendo su potencial, el noble le dio la opción de servirle frente a la de morir en la horca.
Una vez solventado este factor de coherencia interna, se lanzaron a la aventura. En el ataque de los bandidos de Guayen, la bruja, por el camino hacia Valencia, el bandido consiguió tres críticos seguidos, lo que le valió una acción heroica que fue admiración de todos. Cuando los personajes llegaron a Albarracín, donde desemboca la acción, siguieron alguna pista falsa, pero consiguieron su objetivo. Por el camino se unió un nuevo jugador: una alumna que insertamos con un personaje pregenerado de una curandera, pero que no tuvo mucho papel en la partida.
En cuanto a las mecánicas: el soldado se adaptó muy bien a su papel, fiel, valeroso y coherente. El noble estaba a veces demasiado preocupado por sus gastos, y actuó algo rácanamente. El bandido, pese a actuar en varias ocasiones en contra del sentido común (en una posada, entró en una habitación ajena para robar, dejó inconsciente a su propietario y se puso a dormir en la misma habitación. El resultado fue que fue arrestado y el resto de personajes tuvo que usar sus influencias para sacarlo del calabozo), hay que decir que actuaba como un bandido. Dirigiéndoles me sentí de nuevo como en mis comienzos de DJ. La partida, como es habitual en estas ocasiones, no discurrió en absoluto por los cauces pensados por el autor del módulo, así que tocó improvisar, pero por suerte en eso estoy bastante experimentado. Creo que la dificultad fue ajustada y la aventura llegó a buen término, dejándoles buenas anécdotas (de críticos, pifias y acciones sin sentido), así que se llevaron un buen sabor de boca. Resultado: quieren volver a jugar, se han añadido dos jugadoras, y hemos comprado entre todos dos manuales de Aquelarre de saldo para ellos. Creo que el balance es muy positivo. Mi objetivo es instruirles lo máximo posible para que pronto puedan jugar sin mí y se atrevan a hacer de DJ, para poder tener más de un grupo jugando a la vez. Así, para la Semana Cultural podemos organizar un torneo, o al menos una muestra de qué son los juegos de rol.
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ResponderEliminarGenial,me encantaría que hubiera más profesores como tú. Saludos
ResponderEliminarGenial,me encantaría que hubiera más profesores como tú. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Jaime. Un saludo.
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